CAPELLANES EN LOS DOS BANDOS



Los obispos navarro vascos han remitido un comunicado el pasado 20 de abril al que ha tenido acceso la agencia EFE, y yo a través de la misma, en el que respondían al de la organización terrorista ETA del 8 del mismo mes; ese documento en que los terroristas parecen pedir perdón.

Me imagino que estos clérigos están pensando que Dios ya les perdonó de estos sus pecados de “omisión”, porque Dios perdona todo: eso te dicen ellos cuando te administran el sacramento de la penitencia en nombre de Él, dicen. Dios siempre perdona, a condición de que te arrepientas. Aunque en realidad no saben si nos perdona o no, claro. Ellos, tras la confesión de nuestros pecados, lo que llaman “confesión de boca”, nos perdonan, como digo,  en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Ego te absolvo a peccatis tuis…) interpretando, sin saberlo ciertamente, que Dios así lo ha de hacer. Mas después de esos golpes de pecho impetrando clemencia al Altísimo, en un examen de conciencia sobrevenido, hacen de contrición  con sus feligreses por todas esas felonías de connivencia con el terror perpetradas contra aquellos a los que dicen servir, pero a los que en realidad pastorean (nunca mejor dicho). Sin embargo viene a resultar que los destinatarios de esa petición de perdón no debemos ser nosotros. Deben ser los muertos, los asesinados tan vil como cobardemente por la banda ETA. Es posible que Dios perdone siempre, sí…; primero, porque es eterno y eternamente está en condiciones de recibir nuestra petición de clemencia; segundo, porque es omnipotente y no puede ser objeto de daño alguno. En cambio, el muerto no puede perdonar, y el vivo no debe hacerlo en su nombre. Yo os perdonaré, cuando las víctimas mortales resuciten y os concedan el perdón que a nosotros nos pedís, con la misma impudicia de aquel papa polaco devenido santo que llegó a pedir perdón por los desmanes y crímenes cometidos por la Inquisición 500 años antes.  Como tan atinadamente escribe Carlos Esteban en “INFOVATICANA:

[…]Tienen estas peticiones tres marcas que las hacen sospechosas, por decir poco, y un corolario peligroso, en el caso que nos ocupa. En primer lugar, son colectivas, con lo que no hay un sujeto concreto que se haga responsable, que aluda a cosas que él mismo ha hecho injustificablemente mal como persona. Es decir, es una autoacusación que no se aceptaría en el confesionario.

En segundo lugar, no lleva aparejada reparación o penitencia. Uno ve a una figura pública pidiendo perdón al principio de su mensaje y espera que lo acabe con su dimisión o, en todo caso, con medidas concretas que reparen el daño. No las hay.

 En tercer lugar, siempre se producen en el momento ‘seguro’, cuando ya no hay incentivo para continuar haciendo lo que se hacía con algún provecho o en la evitación de un riesgo. Cualquiera entiende que no es lo mismo arrepentirse de un adulterio cuando se mantiene la atracción y el consentimiento que cuando el otro o la otra ha roto ya con el adúltero o la adúltera. Es un renunciar a nada[…]

Poco que decir y muy clarito sobre el primer comunicado de la banda ETA, el del “daño causado” : En el supuesto de que esa figura tan cristiana del “perdón” tuviere cabida en este contexto terrorista, que lo dudo, es preciso decir que estos que mamaron tanto en las sacristías debieran saber que el perdón requiere de un arrepentimiento sincero y de lo que ellos también conocerían como “satisfacción” de obra: quitaos las capuchas y entregaos a la justicia para que purguéis en la cárcel por los horribles delitos cometidos. Sólo entonces, después de cumplir la pena, podréis pedir cierto tipo de perdón, no al pueblo vasco, como decís, sino al conjunto del pueblo español y a la sociedad vasca en particular. Y una vez redimidos, pedid perdón a los asesinados, a ver si os lo conceden.

 

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